Banalidad Del Mal


Benalidad Del Mal

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En aquella primavera de 1961 en Israel, con Eichmann sentado ante el juez, estaba Hannah Arendt, siguiendo el proceso como corresponsal de la revista estadounidense The New Yorker. Y allí surgió su banalidad del mal, imprescindible en la historia del pensamiento, en su relato sobre el juicio y la personalidad del acusado que luego acabaría adoptando forma de libro: Eichmann desde Jerusalén, al que puso el subtítulo de Sobre la banalidad del mal.

Banalidad del mal significa que el mal no tiene un valor absoluto. Que podemos encontrarlo en cualquier parte. Que se puede convertir en una rutina. Que cualquiera puede ser Eichmann. Cualquier funcionario, cualquier empleado de la Administración Pública bajo condiciones especiales puede ser un criminal de guerra. Como muy bien indica la película Hannah Arendt de Margarethe von Trotta de 2012, el Mal no puede ser radical y absoluto, de lo contrario, el mal reinaría. Sólo el Bien puede ser consciente y radical. Por eso, el mal no triunfa. 
Dos son las lecciones del Holocausto: 
1ª) Cuando la Racionalidad y la ética van en direcciones opuestas sale perdiendo la humanidad
 2ª) El mal no triunfa no es todopoderoso

Michael Karkoc, un criminal nazi responsable de la muerte de al menos 44 hombres,
mujeres y niños en 1944.También es un anciano de 98 años que sigue trabajando en su
jardín de Minneápolis, donde vive desde que huyó de Ucrania al final de la Segunda
Guerra Mundial y donde se le ha encontrado tras una investigación de la agencia Ap
Algunos críticos de Hannah Arendt ponen en duda su visión de Adolf Eichmann y
creen que la filósofa se dejó convencer por la pose del nazi durante el juicio,
destinada a evitar la pena de muerte.
La filósofa Susan Neiman cita en su libro Eichmann Before Jerusalem, de Bettina
Stangneth, que apunta que el nazi fue un criminal convencido y que lo único que
lamentó fue “haber fracasado en la organización del asesinato de todos los judíos de
Europa”.
Neiman coincide en que después de la publicación de este libro resulta difícil seguir
creyendo que Eichmann no sabía lo que hacía, pero esto no contradice las ideas de
Arendt sobre la banalidad del mal: “Hay gente motivada por la mezcla venenosa de
una ideología asesina y el deseo de la violencia -escribe, recordando lo que Arendt
llamaba el mal absoluto-, pero sus números palidecen al lado de los que les ayudan y
apoyan sin más intención que el deseo de seguir adelante sin complicaciones”.

En 1963, basándose en sus reportajes del juicio y sobre todo su conocimiento filosófico-político, Arendt escribió un libro que tituló Eichmann en Jerusalén. En él, describe no solamente el desarrollo de las sesiones, sino que hace un análisis del «individuo Eichmann».


Según Arendt, Adolf Eichmann no poseía una trayectoria o características antisemitas y no presentaba los rasgos de una persona con carácter retorcido o mentalmente enferma. Actuó como actuó simplemente por deseo de ascender en su carrera profesional y sus actos fueron un resultado del cumplimiento de órdenes de superiores. Era un simple burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias. Para Eichmann, todo era realizado con celo y eficiencia, y no había en él un sentimiento de «bien» o «mal» en sus actos.

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